Como anunciásemos en nuestro anterior artículo sobre los problemas más frecuentes de conducta canina, vamos a dar algunos consejos para evitar que el perro ladre.
Índice del artículo
Consejos para evitar que el perro ladre
Todos sabemos que el ladrido forma parte indispensable y vital del lenguaje canino, pero también que puede llegar a convertirse en un verdadero suplicio, especialmente si responde a algún tipo de desequilibrio de la conducta o de un mal hábito adquirido.
Es por ello que para poder aplicar el remedio y actuar en consecuencia, primero tendremos que encontrar y comprender sus causas.

Causas más frecuentes y soluciones
Mal adiestramiento
Cada vez que alentamos, ya sea de forma deliberada o inconsciente, que el perro nos ladre para obtener algo de nosotros, (atención, su comida, salir a la calle, jugar…), estamos fomentando un hábito que hará que más adelante el perro lo utilice como recurso para conseguir cualquier cosa.
Es por ello que no debemos ceder a los deseos del animal cada vez que nos ladre. Es necesario fomentar el hábito contrario, de forma que cada vez que el perro llegue al ladrido para pedir algo que aún no le hemos dado, mostrar nuestra desaprobación con el ladrido («no») y no cedamos a su petición hasta que sea capaz de pedírnoslo de otro modo.
Además, será bueno acostumbrarle a que no siempre puede obtener lo que pide. De lo contrario, corremos el riesgo de que deje de ladrar y utilice otra forma de pedir las cosas siempre que cedamos a sus deseos, para regresar al ladrido cuando sienta que no obtiene lo que pide.
En este sentido, tenemos que fomentar dos tipos de hábitos:
- Acostumbrar al perro a que el ladrido no puede ser la forma de obtener todo lo que desea.
- Hacerle comprender que no siempre puede obtener aquello que pide, ladre o no.
Raza
Algunas razas son más propensas que otras al ladrido, si bien esto no puede servirnos como excusa para no poner remedio.
Generalmente, los perros de raza pequeña, como el Yorkshire Terrier, el Fox Terrier el Beagle o el Chihuahua, son más propensos al ladrido, especialmente cuando escuchan algún ruido extraño o se encuentran con otros perros.
En todo caso, la raza no condiciona tanto como el medio donde se cría y la instrucción que recibe el animal.
Fobia o ansiedad
Esta es una causa que a su vez encierra otras causas, pues debemos conocer primero qué factor subyace detrás del miedo en nuestro perro.
No es lo mismo un miedo generalizado, fruto de la inseguridad (que puede deberse a factores genéticos, traumas o una deficiente socialización), que una fobia específica, que tiene un desencadenante y un objeto detonante.
De nada sirve tratar de apaciguar el efecto (el ladrido), sin abordar y tratar la causa que la provoca, ya sea inseguridad, fobia, estrés o ansiedad.
Podéis leer algo más al respecto en nuestro pasado artículo sobre los problemas de conducta en perros más frecuentes.
En este caso, por tanto, debemos actuar en consecuencia sobre la causa, pues el perro utiliza el ladrido como un modo de deshacerse del estrés y de la ansiedad.
Aislamiento
El perro es un animal social por excelencia. En su genética lleva impregnado el código gregario y grupal del lobo, al que hay que sumar los incontables milenios de convivencia junto al ser humano.
En este sentido necesita vivir acompañado y la soledad excesiva puede llegar a resultarle dañina para su salud mental y física.
El problema es diferente cuando nuestro perro ladra cada vez que se queda sólo en casa durante unas horas.
Entre los consejos para evitar que el perro ladre en casos como este, se encuentra en primer lugar acostumbrar al perro de forma progresiva a quedarse solo cada vez más tiempo.
Los primeros días, saldremos y regresaremos al cabo de unos pocos minutos para volver a salir por un rato y regresar de nuevo, y así sucesivamente unas cuantas veces. Cada día, aumentaremos un poco el tiempo de ausencia.
Atención: No debemos regresar justo cuando empiece a ladrar.
El perro no tiene que relacionar sus ladridos con nuestro regreso, sino entender que vamos a regresar más tarde o más temprano, con independencia de que nos ladre o no.
De esta manera, el perro se irá acostumbrando gradualmente a la idea de que siempre regresamos, y llegará el día en que podamos dejarlo el tiempo necesario sin que ladre.
Este sistema también nos puede servir de ayuda cuando tengamos que hacer un viaje en el que el perro deba quedarse confinado durante tu tiempo, ya sea en avión o en un crucero.
Excesiva territorialidad
Es natural y hasta aconsejable que un perro nos avise cuando se acerca un extraño o llaman a la puerta. Hablamos de unos pocos ladridos de aviso, no que se vuelva loco y no pare de ladrar o lo haga ante el más mínimo estímulo o sonido con el consiguiente escándalo. En este caso, podemos encontrarnos ante un problema de territorialidad.
Esto puede evitarse con un buen adiestramiento. Si hemos educado a nuestro perro para que nos obedezca y entienda cuando algo no nos agrada, deberá ser suficiente con hacerle comprender que debe dejar de ladrar (“basta”) y que ya ha cumplido con su función de aviso.
Es fundamental que el animal comprenda que, si bien entra dentro de sus funciones el avisarnos de los posibles peligros e intromisiones, la gestión del territorio nos corresponde a nosotros y no a él.
Esta es otra de las situaciones derivadas de un adiestramiento deficiente que se produce con perros muy dominantes.
El perro no puede tener la gestión del territorio. Debe entender que esta nos corresponde a nosotros, al igual que la decisión de quien entra y quien no en nuestra casa o propiedad.
Estrés
Si nuestro perro no lleva una existencia tranquila, saludable o no tiene sus necesidades básicas correctamente cubiertas, puede sufrir de estrés.
Si su entorno no es el adecuado, hay excesivas riñas familiares, desorden en sus hábitos y en la organización de horarios, o es sometido maltrato, el perro utilizará el ladrido para liberarse de su estrés.
Lógicamente en una situación así, nuestros consejos para evitar que el perro ladre, han de pasar por un cambio radical de ambiente y de hábitos. El estrés también puede ser debido a la falta de actividad, de socialización o de las condiciones físicas de su hábitat (falta de sueño, incomodidad, frío, etc.). Nuevamente, es necesario atajar las causas que provocan el estrés antes de abordar las consecuencias.
Alegría
Una de las formas que tiene el perro de mostrarnos su contento es ladrar. Cuando el perro es demasiado joven o excitable, las muestras de alegría a través del ladrido pueden llegar a ser verdaderamente excesivas y deben irse corrigiendo para evitar problemas ulteriores. Incluso puede sufrir daños en su cola, cuando las muestras de alegría son excesivamente descontroladas.
La forma de corregir este exceso de nerviosismo y manifestación de la alegría, consiste en no potenciar en el perro la excitación, sino ponernos serios y firmes (no reñirle) hasta que deje de ladrar.
Cuando veamos que se calma y deja de ladrar, entonces mostraremos nuestra aprobación y reforzaremos su actitud más tranquila con un premio.

Otros problemas
Hasta aquí hemos expuesto los problemas más comunes del ladrido. Obviamente, existen otras circunstancias que actúan como detonante para que un perro ladre (otros perros, gatos, motocicletas, coches, bicicletas…).
Sin embargo, podemos afirmar que casi todas tienen su origen en alguna de las causas descritas anteriormente, es decir, miedo, fobia, dominación, mala socialización o un acto reflejo que hemos ido dejando que se consolide.
Sin embargo, podemos resumir nuestros consejos para evitar que el perro ladre, en tratar de descubrir y atajar la causa que lo provoca, abordando el problema con paciencia, firmeza, perseverancia y comprensión,
En el caso de no ser capaces por nosotros mismos, lo más sensato es acudir a un profesional. Nunca deberán utilizarse métodos coercitivos basados en la riña, la violencia o el maltrato.
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